Contemplamos el mundo que nos rodea en silencio. Hemos tardado toda una vida para aprender a hacerlo. Al parecer, solo los viejos son capaces de estar juntos sin decir nada y sentirse bien.
Los jóvenes, impulsivos e impacientes, siempre rompen su silencio. Es una lástima, pues el silencio es puro.
El silencio une a las personas, porque sólo aquellos que se sienten cómodos con la compañía del otro pueden estar juntos sin hablar. ¡Qué gran paradoja!